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HISTORIADORES DE CHILE.

aun en estas ocasiones ha habido algunos poderosos caciques que se han opuesto con sus autoridades y con sus haciendas a librarlos de semejantes lances y peligros, no reparando en el caudal que por sus vidas les pedian, manifestando jenerosidad de ánimo y un piadoso pecho y noble; y para verificacion de lo dicho, referiré lo que no há muchos dias pasó en este alzamien to jeneral (caso raro y digno de memoria), para prueba y verificacion de lo que vamos diciendo, como se verá en este siguiente capítulo.

CAPITULO XV.

En que se refiere lo prometido y se pondera la accion. En este alzamiento jeneral de las fronteras, cuando mas ensangrentada reconocimos la guerra, cautivaron un soldado, entre otros muchos, de tierna edad, que tasadamente tendria quince años, a quien cupo por suerte tener un amo algo ríspido y mal acondicionado; y con ser de la suerte referida, se lastimaba de verlo aflijido y lloroso, que como niño se le venian las lágrimas a los ojos mui de ordinario. A este cobró tanta aficion con entrañable amor un hijo de este indio de la propia edad del mancebo, que no se hallaba un punto sin él; salian mui de ordinario a recorrer el campo, a mirar los caballos y a traer leña para el rancho, y como muchachos se entretenian los dos en jugar a la chueca y en cojer avellanas y otras frutas silvestres en los montes. Pasados algunos dias, habiendo reconocido en el mancebo poco gusto, porque a ratos lo hallaba suspenso y llorando, le dijo el compañero muchacho, que sentia grandemente verlo disgustado y triste, que estimaria mucho que le manifestase la causa de su tan contínuo pesar y malencolía [sic] ordinaria, que pudiera ser que él fuese instrumento para que sus penas y congojas tuviesen mui grande alivio y su gusto se colmase. ¿Cómo puede ser eso, le respondió el mancebo, si no puedes hacer que yo vuelva a ver a mi padre y a mi madre, que ese es el dolor que tengo, y el sentimiento que me atraviesa el alma? y esto fué derramando copiosas lágrimas con tiernos suspiros y sollozos, que enternecido el muchacho su compañero, lloró con él amargamente y le dijo, que no estuviese tan sentido y lastimado, que él le prometia sacarle de aquel trabajo y colmarle su deseo, y que no se habian de pasar muchos dias sin poner en ejecucion lo que decia. Con esto se consolaron los dos, y se alentó el mancebo, conociendo que el muchacho su camarada le queria bien, y que lo que decia era con sobrado amor y voluntad, como le mostró dentro de cuatro o seis dias, pues cuando mas descuidado estaba el mancebo, le llamó una noche y le dijo, que con todo silencio le siguiese: hízolo así y fuése con él a donde tenia dispuestos dos caballos de los mas alentados que su padre tenia, con dos taleguillas de harina, y hizo que subiese en el uno y él montó en el otro, y le llevó al vado del rio mas caudaloso que habia que pasar, y lo puso de la otra banda; y estando el mancebo temeroso de proseguir