Cuántos hechizos, cuántos de un gozo indefinible
Le brindas blanca luna al mísero mortal,
Cuando entre nubes bellas te muestras apacible
Y ostentas esplendente tu rostro celestial.
Y ¿quién serás? ¡oh reina del claro firmamento!
Tu fúlgida existencia no puedo comprender,
Que siempre se confunde y muere el pensamiento,
Cual ola desgraciada al punto de nacer.
¿Serás tal vez la maga que escucha cariñosa
De los amantes fieles el triste suspirar,
Y de sus almas puras la pena congojosa
Sensible y compasiva te place consolar?
¿O acaso del eterno un ángel destinado
Para pesar del hombre la criminal accion,
Y al verlo de maldades y vicios circundado
Te ocultas abatida en tu alto pabellon?
Por eso muchas veces he visto tristemente
Cubrirse tu semblante de pálido capuz,
Por eso muchas veces te nublas de repente
Y ocultas los reflejos de tu admirable luz.
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