—Concedido.
—Pues toma y venga.
Arturo dió á Mercedes una carta de Eduardo, que acababa de recoger del correo, y estampó un ardiente beso en la mano izquierda de su novia.
Uno de los párrafos de la carta, decia así:
"Tal vez llegue á mi patria, y te dé un fuertísimo abrazo antes que recibas esta. He podido conseguir que un amigo á quien debo la vida, me acompañe. Prepara una habitacion para ambos, pues no nos separarémos nunca."
—Que felicidad Arturo! Eduardo llegará tal vez mañana; hoy quizá.
—Te juro querida Mercedes......
—¿Qué?
—Que siento no haber vendido mas cara mi noticia.
—Calla, grandísimo......
—¿Grandísimo qué?
—Ambicioso.
—Ah: creí que ibas á decir algo mas; pero como sigue Camila?
—En el mismo triste estado: no habla sino de Cárlos y su tia.
—¿Sabes querida Mercedes que mucho me temo que mi desgraciado amigo se haya volado la tapa de los sesos?
—No me gusta oírte decir eso, Arturo: me aflige mucho esa idea.