Página:Azabache (1909).pdf/93

Esta página no ha sido corregida
— 89 —

que leí, y no puede culparse al caballo. Yo estoy por la equitación intrépida, tanto como el que más; pero no dejo de reconocer que hay saltos que sólo un muy inteligente y experimentado cazador puede acometer; la vida de un hombre y la de un caballo, valen mucho más que el rabo de una zorra; al menos yo así lo creo.

Durante este tiempo, el otro mozo había terminado con Jengibre, y nos había traído el pienso. Jaime y el viejo salieron juntos de la caballeriza. Tarde en la noche, el segundo mozo dé cuadra entró, trayendo el caballo de un viajero, y mientras lo estaba limpiando, vino á darle conversación un joven con una pipa en la boca.

-Oye, Antonio-le dijo el mozo,-sube en un momento al sobrado y echa un poco de heno en la reja de este caballo; pero deja aquí la pipa.

-Allá voy-dijo el otro, y se encaramó por la escalera de mano.-Al poco rato oí sus pasos arriba, y echar el heno. Jaime entró para vernos, antes de irse á descansar, y todos salieron, cerrando la puerta de la cuadra.

No puedo decir el tiempo que habría dormido ni qué hora sería, cuando me desperté molesto, sin saber por qué. Me levanté y me pareció que el aire era espeso y sofocante. Oí á Jengibre toser, y uno de los otros caballos parecía muy intranquilo; como estábamos completamente á