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76 ni mi amo ni Juan hablaron una palabra, hasta que al fin el primero rompió el silencio. Yo no entendía bien lo que decía, pero comprendí que se refería á que si le hubiera obedecido, probablemente el coche, caballo, amo y cochero hubiéramos sido precipitados en el río; y como la creciente era mayor á cada momento, la obscuridad más densa, y no había quien nos socorriese, era casi seguro que nos hubiéramos ahogado los tres. Decía que Dios ha dotado al hombre de razón para investigar las cosas, pero también ha dotado á los animales de un instinto que es independiente de la razón, y mucho más rápido y perfecto en sus manifestaciones, con el cual han salvado muchas veces la vida del hombre. Juan contó varias historias de cosas maravillosas hechas por perros y caballos, añadiendo que el hombre no aprecia á los animales la mitad de lo que se merecen, ni procura hacer de ellos unos verdaderos amigos, como debiera.

Llegamos por fin á las puertas del parque, y encontramos allí al jardinero que nos esperaba sobresaltado. Nos dijo que la señora había estado asustadísima desde que empezó á anochecer, al ver que no llegábamos, y que había enviado á Jaime en busca nuestra, con la jaca baya Justicia, en dirección del puente de madera.