le decía asegurando que yo era el caballo Azabache, del caballero Gordon.
Cuando volvimos, las otras hermanas salieron á preguntar cómo me había portado. Ella repitió lo que José le había dicho, y añadió:
—Voy á escribir á la señora de Gordon, haciéndole saber que su caballo favorito ha venido á poder nuestro. ¡Qué contenta se va á poner!
Después de esto me sacaron diariamente, por espacio de una semana, y cuando se convencieron de que era completamente seguro, la señorita Elvira se aventuró á salir conmigo en el coche. Decidieron cerrar el trato con el señor Valladares, y que conservase mi antiguo nombre de Azabache.»
Se ha cumplido ya un año desde que vivo en este feliz lugar. José es el más bueno y cariñoso de los cocheros. Mi trabajo es cómodo y agradable, y siento que todo mi antiguo vigor y alegría han vuelto á mí. El señor Valladares decía á José el otro día:
—En poder de usted este caballo llegará, en buen estado de servicio, hasta los veinte años, ó tal vez más.
Alfonsito siempre me habla, cuando puede, y me trata como su especial amigo. Mis señoras han ofrecido no venderme nunca, por lo que ya nada tengo que temer; y con esto doy fin á mi