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todo cuanto hay aquí está á su disposición, puesto que tan bueno ha sido con mi hermana; dentro de una hora estará lista la comida, y espero que usted nos acompañará; aunque con la enfermedad de mi madre, todo en la casa está trastornado.

Perico le dió las gracias, añadiendo que había traído consigo algo que comer, y que su mayor gusto sería emplear el tiempo en pasear en el prado.

Cuando me vi allí suelto, sin los arneses, no sabía qué hacer primero, si comer la fresca hierba, revolcarme, acostarme á descansar, ó galopar por aquel campo, regocijándome al verme libre. Al fin lo hice todo, sucesivamente. Perico parecía tan feliz como yo; se sentó primero en un banco que había á la sombra de un árbol, oyendo cantar á los pájaros, cantando él mismo, y leyendo en un pequeño libro que llevaba consigo; luego paseó todo el cercado, bajó á un pequeño arroyo que allí había, é hizo un ramo de flores silvestres, que sujetó con largos vástagos de yedra, y me dió el pienso de avena que había puesto en el tílburi. El tiempo pasó volando para mí, que no había disfrutado del campo desde que me separé de la pobre Jengibre en el potrero del Conde.

Regresamos á casa á un trote cómodo. v las