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¡Pobre Rebeca! Me afligió lo que me dijo, y no pude consolarla, porque yo sabía cuán duro es para un caballo de paso corto verse enganchado con otro que lo tenga largo; todos los latigazos son para él, sin que le sea posible remediarlo.

- La enganchaban con frecuencia, sola en el faetón, y agradaba sobre todo á las señoras, porque era sumamente mansa. Algún tiempo después fué vendida á dos de aquéllas, que guiaban por sí mismas, y que deseaban un caballo bueno y seguro.

La encontré varias veces en los caminos, yendo á un paso tranquilo, y me pareció tan contenta y satisfecha como un caballo puede estarlo. Me alegré mucho de ello, pues merecía un buen amo.

Después que se separó de nosotros, vino en su lugar un caballo joven, con una mala reputación de asustadizo, y de dar huídas, lo que le valió perder una buena casa. Yo le pregunté que por qué tenía aquel vicio.

-No lo sé-me contestó.-Cuando joven era tímido, y me asustaba por cualquier cosa. Si veía un objeto extraño, me volvía y lo miraba ; pero tú sabes que con estas anteojeras que nos ponen, no es posible reconocer nada, sin volverse en redondo, y esto me ha valido muchos