Página:Azabache (1909).pdf/164

Esta página no ha sido corregida
— 160 —

presión de las riendas en las cuestas abajo, y saber que su conductor no va dormido.

Además, un descuidado modo de guiar engendra malos, y con frecuencia perezosos hábitos en el caballo, de que, al cambiar de mano, tiene que curarse, con más o menos penas y disgustos. El caballero Gordon nos conducía siempre de la manera más acertada, y al paso más conveniente. Decía que educar mal un caballo, ó hacerle contraer malos hábitos, era lo mismo que educar mal á un niño, y que ambos tenían que sufrir por ello después. Los que alquilan coches para guiarlos ellos mismos, son, por lo general, descuidados, y se ocupan de todo menos del caballo. Un día me tocó en suerte uno de éstos, que me llevó enganchado en un factón, y á quien acompañaban una señora y dos niños. Empezó por sacudirme las riendas sobre el lomo á la salida, y darme, por supuesto, varios latigazos, aunque yo iba marchando convenientemente. El camino que tomamos había sido recién compuesto, y en algunos trozos se hallaban las piedras sin apisonar. Mi conductor iba riendo con la señora y los niños, y charlando muchísimo, sin ocuparse de echar una mirada á su caballo, ni de procurar buscar las partes más suaves del camino; con lo que, como era natural, sucedió que una piedra se me introdujo en un casco.