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cuide mucho de la apariencia, y en cuyo poder sea bien tratado. Yo conozco un hombre en Los Barrios, dueño de un establecimiento de coches de alquiler, que con frecuencia necesita caballos buenos y de precio bajo, y que me consta los cuida bien. Las averiguaciones hechas á la muerte de Buitrago, disiparon toda duda acerca de las condiciones de este animal, y la recomendación del señor y la mía serán garantía suficiente para el comprador.

- -Escríbele, pues, York. Doy más importancia al lugar adonde vaya á parar, que al dinero que pueda recibir por su venta.

Después de esto, se fueron.

-Pronto te sacarán de aquí-dijo Jengibre, cuando nos quedamos solos,-y yo perderé el único amigo que tengo, siendo lo probable que nunca nos volvamos á ver. ¡Este mundo es cruel!

Una semana después de esto, vino Guillermo, me puso una cabezada que al efecto traía, y me llevó consigo, sin darme tiempo siquiera para despedirme de Jengibre. Relinchamos ambos, cuando yo iba saliendo, y ella corrió ansiosa al costado de la cerca, llamándome mientras pudo oir el sonido de mis pisadas.

El dueño del establecimiento de carruajes de alquiler atendió la recomendación de York, y