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el lomo y con las patas, lo cual aminoró todo mi brío. Cuando regresamos, me dijo Jengibre:

-Ahora ya puedes ir sabiendo lo que es esto; pero aun no es malo del todo, y si no se hace mucho peor, no diré una palabra acerca de ello, pues la casa es buena y estamos bien tratados; pero si llegan á exagerarlo en demasía, que miren lo que hacen, pues ni puedo tolerarlo ni lo toleraré en manera alguna.

Día tras día fueron acortando puntos, hasta que en vez de esperar con gusto el momento en . que me ponían los arneses encima, como me sucedía antes, empecé á tomarles verdadera aversión. Jengibre se manifestaba también intranquila, pero hablaba poco acerca del asunto. Al fin creí que había llegado el límite de lo malo, pues por varios días no hubo más puntos acortados, y me resigné, determinando cumplir con mi deber, aunque era para mí una tortura; pero pronto me desengañé de que lo peor no había llegado aún.

Un día la señora bajó más tarde que de costumbre, y la seda crujía más que nunca.

-A casa de la duquesa de B...-dijo; y añadió después de una pausa :-¿no vas á hacer que esos caballos levanten la cabeza nunca, York? Levántasela de una vez, y déjate de más contemplaciones y tonterías.