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de Sherlock Holmes

ves fuí á pie al campo y volví á casa en un estado miserable; pero, toda vez que he cambiado de traje, no puedo imaginar cómo deduce usted eso. En cuanto á María Juana, es incorregible, y mi mujer la ha dado ya un plazo para que se vaya; pero, en eso también, no sé cómo sabe us, ted las cosas.

Holmes se sonrió á sí mismo y se restregó sus largas y nerviosas manos.

—Es lo más sencillo—dijo;—mis ojos me dicen que en la parte interior del zapato izquierdo de usted, allí donde da la luz del fuego, el cuero está señalado por seis cortes casi paralelos. Evidentemente éstos han sido hechos por alguien que ha raspado negligentemente los bordes de la suela para sacarles el barro endurecido. De allí nace, ya lo ve usted, mi doble deducción de que ha estado usted afuera en mal tiempo, y que tiene usted una limpiabotas de las más malas que existen en la servidumbre de Londres. En cuanto á la vuelta de usted al ejercicio de su profesión, si un caballero entra en mi cuarto exhalando olor de iodoformo, con una mancha negra de nitrato de plata en el dedo indice de su mano derecha, y en un lado de su sombrero de copa una joroba que indica donde ha escondido su estetoscopio, yo sería muy bobo si no lo calificara de miembro activo de la profesión médica.

No pude dejar de reirme de la soltura con que Holmes explicaba su proceso de deducción.