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Aventuras

que eso no lo sorprendía, y que no era sino lo que merecía. Esta respuesta suya tuvo el efecto de desvanecer todas las dudas que podían haber quedado en el espíritu del jurado del coroner.


—¿Era eso una confesión?

—No, pues á esas palabras siguieron protestas de inocencia.

—Semejantes palabras al último de una serie de sucesos tan condenadora, eran por lo menos sospechosas.

—Al contrario:—dijo Holmes—ese es el único punto claro que yo veo por el momento entre las nubes. Por muy inocente que el joven fuera, no había de ser tan completamente imbécil para no ver que todas las circunstancias se acumulaban en su contra. Si hubiera manifestado sorpresa al verse arrestado, ó hubiera fingido indignación, yo habría considerado su actitud como sumamente sospechosa, porque semejante sorpresa ó cólera no sería natural en sus circunstancias, y, no obstante, parecer la mejor actitud á un culpable que tuviera preparada su farsa. La franqueza con que aceptó su situación lo señala, sea como un inocente, ó como un hombre de considerable firmeza y dominio sobre sí mismo. En cuanto á lo de que merecía lo que le pasaba, no hay que olvidar que al decir eso estaba al lado del cadáver de su padre y no hay la menor duda de que ese mismo día había olvidado su deber filial hasta cambiar palabras