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de Sherlock Holmes

dijera si esas señas correspondían á las de algunos de sus agentes viajeros. Ya había notado las peculiaridades de la máquina de escribir, y escribí al mismo Windibank, á su oficina, una esquela en que le preguntaba si no podría venir á verme. Como yo esperaba, su respuesta vino escrita con máquina, y reveló los mismos defectos, triviales pero característicos. El mismo correo me trajo una carta de Westhouse y Marbauk, de la calle Fenchurch, que decía que la filiación enviada por mi correspondía punto por punto á la de su empleado Santiago Windibank. Voilá tout.

—¿Y la señorita Sutherland?

—Si le cuento á ella todo esto, no me creerá. Usted debe acordarse del proverbio persa: Corre peligro el que quita su cría, al tigre, y no menor es el que afrenta, quien arrebata una ilusión á una mujer. En Hafiz hay tanta sensatez como en Horacio, é igual conocimiento del mundo.