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Aventuras

aumentó por la admiración que la madre expresaba á cada instante. Entonces empezó el señor Angel á visitar la casa, pues claro estaba que si se quería producir un efecto real, había que llevar el asunto hasta donde pudiera ir. Hubo entrevistas y compromiso, que servía para apartar á la joven de cualquiera otra afección.

Pero el engaño no podía continuar así para siempre. Esos supuestos viajes á Francia implicaban incomodidades. Lo que había que hacer era, evidentemente, poner fin á las cosas de una manera tan dramática, que dejara en la mente de la joven una impresión permanente y la impidiera por algún tiempo fijarse en ningún otro pretendiente. De ahí esos votos de fidelidad sobre la Biblia, y de ahí también las alusiones á la posibilidad de que en la mañana del día de la boda sucediera algo. Santiago Windibank deseaba que la señorita Sutherland estuviera tan ligada á Hosmer Angel, y tan insegura acerca de su suerte, que durante los diez años siguientes, por lo menos, no prestara oídos á ningún otro hombre. Fué con ella hasta la puerta de la iglesia, y luego, como no podía ir más lejos, se evaporó á tiempo, mediante la conocida trampa de entrar en un coche por una portezuela y salir por la otra. ¡Me parece que esa es la cadena de los sucesos, señor Windibank!

Nuestro visitante había recuperado algo de su aplomo mientras Holmes hablaba, y se levantó de la silla con una fría expresión de desdén.