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Aventuras

maravillosamente! Lo hace usted muy bien, seguro: es cierto que ha dejado usted de ver todo lo importante, pero ha dado usted en el método y tiene usted una vista pronta para los colores.

Nunca confie usted en las impresiones generales, amigo mío, sino concéntrese usted en los detalles. Mi primera mirada, cuando tengo en mi presencia á una mujer, se dirige siempre á sus mangas: en un hombre, quizás es mejor observar las rodillas del pantalón. Como ha visto usted, esta mujer tiene terciopelo en las mangas, tela que es la más buena para conservar las señales de las cosas. La doble linea trazada más arriba de la muñeca por el sitio de la mesa en la que la escribiente en máquina apoya el brazo estaba perfectamente marcada. La máquina de coser de mano, deja una señal parecida á esa, pero sólo en el brazo izquierdo y en el lado contrario al dedo pulgar, en vez de ser recta á través de la parte más ancha, como en este caso. Después la miré á la cara, y observé la señal de los lentes en ambos lados de la nariz, lo que me hizo aventurar una alusión á su cortedad de vista y á la máquina de escribir, alusión que pareció asombrarla.

—Y á mí también.

—Pero eso era obvio. Lo que sí me sorprendió mucho y me interesó, fué cuando bajé la vista y noté que sus zapatos, aunaue no desemejantes, pertenecían, sin embargo, cada uno á un par distinto, pues la capellada del uno tenía un li-