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Aventuras

insistir: usted no tiene que mezclarse en nada, suceda lo que suceda. ¿Entiende usted?

—¿Tengo que mantenerme neutral?

—Tiene usted que no hacer nada, nada. Probablemente sucederá algo desagradable: no intervenga usted en ello. Eso me ayudará á entrar en la casa. Cuatro ó cinco minutos después de estar yo adentro, se abrirá la ventana de la sala. Usted se pondrá lo más cerca de esa ventana abierta.

—Bien.

—Se fijará usted en mí, porque yo estaré visible para usted.

—Bien.

—Y cuando yo alce la mano... así... arrojará usted adentro de la sala lo que yo le daré para que arroje, y, al mismo tiempo, dará usted á gritos la alarma de incendio. ¿Sigue usted bien lo que le digo?

—Enteramente.

—No se trata de nada estupendo—añadió, sacando de su bolsillo un rollo en forma de cigarro.—Este es un cohete de humo, provisto de un fulminante en cada uno de sus extremos para que se encienda. A eso se reduce la tarea de usted. Cuando lance usted el grito de ¡fuego! lo repetirán numerosas personas. Entonces se dirigirá usted á la esquina de la calle, y al cabo de diez minutos yo me uniré á usted. ¿Supongo que he sido bastante claro?

—Yo tengo que permanecer neutral, que po-