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Aventuras

WAK

—No, no; su verdadero nombre—dijo Holmes suavemente. —Siempre es desagradable tener que tratar con un alias.

La sangre afluyó á las blancas mejillas del desconocido.

—Bueno. Entonces—dijo—me llamo en realidad Jaime Ryder.

—Exactamente; primer mayordomo del Hotel Cosmopolita. Sirvase usted entrar en este coche, y pronto podré decir á usted todo lo que desee usted saber.

El hombrecito se quedó viéndonos, pasando sus miradas del uno al otro, con ojos medio asustados, medio animados por la esperanza, como quien no está seguro de hallarse en visperas de una fortuna ó de una catástrofe. En seguida entró en el coche, y á la media hora estábamos otra vez en la sala de mi amigo, en la calle Baker. Nada habíamos hablado durante el trayecto; pero la respiración agitada y débil de nuestro compañero, y el abrirse y apretarse de sus puños, revelaban la tensión nerviosa en que se hallaba.

—Henos aquí! —dijo Holmes, con alegre acento cuando entramos en el cuarto.—El fuego tiene un aspecto muy agradable cuando hace un tiempo como este. Usted parece tener frío, señor Ryder. Le ruego que se siente en el sillón mecedor. Voy á ponerme mis zapatillas, y en seguida arreglaremos su asuntito. ¡Bueno, ya está! ¿Usted quiere saber lo que ha sido de esos gansos?