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Eso no me sirve.
Entonces, en la vidriera hay algunos, bajo el calor del gas.
—Ah! Pero yo vengo recomendado á usted.
—Por quién?
—Por el dueño de la «Alfa.» MAR
—Cierto: le mandé un par de docenas.
—Excelentes fueron todos. ¿De dónde los recibió usted?
Con sorpresa mia, la pregunta provocó una explosión de cólera en el comerciante.
1904 —Vamos á ver, señor—dijo, echando la cabeza hacia atrás y poniendo los brazos en jarras¿qué se proponen ustedes? Quiero que aclaremos eso ahora mismo.
—Bastante claro está: desearía saber quién vendió á usted los gansos que usted á su vez vendió al dueño de la «Alfa.» borav —SI ? Pues sepa que no se lo diré. Y se acaból —10h1 La cosa no tiene importancia; pero no sé por qué se ha de agitar usted tanto por semejante pequeñez.leauck 1844 Agitar! Usted se agitaría más, probablemente, si lo fastidiaran como á mí. Cuando pago buena plata por un articulo, allí debería, termi nar el negocio, pero no, señor: Dónde están los gansos?» «¿A quién vendió usted los gansos?» Cuánto quiere usted por los gansos?» Y las preguntas no se acaban. Se diría que esos son los únicos gansos en el mundo, tanto es lo que vienen á machacar con ellosaldation 67