Página:Aventuras de Sherlock Holmes - Tomo I (1909).pdf/169

Esta página no ha sido corregida
167
de Sherlock Holmes

tar que nada sabía de los actos de Hugo Boone, su inquilino, y que no podia explicarse en manera alguna la presencia alli de las ropas del caballero á quien se buscaba.

Esto, en cuanto al láscar. Veamos ahora al siniestro tullido que vive en el segundo piso del fumadero de opio, y que es positivamente el último ser humano cuyos ojos han visto á Neville Saint Clair. Se llama Hugo Boone, y su repugnante cara es familiar á cuantas personas transitan á menudo en la City. Es mendigo de profesión, aunque para evadirse de los reglamentos de policía finge dedicarse á la venta de cerillas. Habrá notado usted que á corta distancia, en la calle Threadneedle, á mano izquierda, hay un pequeño ángulo en la pared. Alli se sienta diariamente aquel ser, con las piernas cruzadas, y sobre ellas su corta provisión de fósforos, y como da lástima al verle, una pequeña lluvia de limosnas cae en la grasienta gorra de cuero que yace en el suelo delante de él. Más de una vez me he fijado en el sujeto antes de pensar en que lo conocería personalmente, y me ha sorprendido la abundancia de la cosecha que hacía en poco tiempo.

Su aspecto es tal, que nadie puede pasar por delante de él sin mirarle. Una mata de cabellos color de naranja, una pálida cara desfigurada por un horrible costurón que, al contraerse, ha torcido hacia arriba el borde externo de su labio superior, una mandíbula de Bull—dog, y un par