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Aventuras

trecha acera, que queda en seco cuando la marea está baja, pero en la marea alta tiene por lo menos cuatro pies y medio de agua. La ventana del dormitorio era ancha, y se abría de abajo.

El examen permitió ver señales de sangre en el antepecho de la ventana, y en el piso de madera del cuarto había también varias gotas de sangre. Escondidas detrás de una cortina en el cuarto delantero, estaban todas las ropas del señor Neville Saint Clair, menos el saco: sus botines, sus calcetines, su sombrero, y su reloj, todo estaba allí. En ninguna de esas prendas había señal de violencia, ni habia tampoco otro rastro del señor Neville Saint Clair. Lo más claro era que había salido por la ventana, pues no se descubría en el cuarto ninguna otra salida, y las ominosas manchas de sangre del alféizar de la ventana no alentaban mucho la esperanza de que nadando se hubiera salvado, aunque la marea estaba en su mayor altura en el momento de la tragedia.


Hablemos ahora de los bribones que parecían implicados en el asunto. Al láscar se le conocía como á un hombre de los más indignos antecedentes; pero con respecto al relato de la señora Saint Clair, se sabía que había estado al pie de la escalera pocos segundos antes de que el esposo de ésta apareciera en la ventana, de modo que dificilmente podía haber sido más que un encubridor del crimen. Su defensa consistía en alegar una absoluta ignorancia y en protes-