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Aventuras

de bronce, aunque su contenido había sido destruído. En el interior de la tapa había un papel que tenía las tres K. K. K., y debajo de ellas escritas estas palabras: «Cartas, apuntes, recibos y un memorándum diario». Esos eran, presumimos nosotros, los papeles que el coronel Openshaw había quemado. Por lo demás, nada había de mucha importancia en la buhardilla, salvo una gran cantidad de periódicos y libros relativos á la vida de mi tío en América. Algunos de ellos eran de la época de la guerra, y demostraban que había cumplido con su deber y se había conquistado la reputación de soldado valiente.

Otros databan de la reconstitución de los esta dos del sur; se referían en su mayoría á cuestio nes políticas, y hacían ver que mi tío había tomado resueltamente partido contra los politiqueros enviados del norte á esos estados.

Empezaba el año 84 cuando mi padre fué á vivir en Horsham, y todo marchó tan bien como era posible, hasta enero de 1885. El cuarto día después del de Año Nuevo, en el momento en que nos sentábamos en la mesa para el desayuno, mi padre exhaló un agudo grito de sorpresa.

Miré á su lado y lo vi sentado, con un sobre abierto en una mano, y cinco pepitas secas de naranja en la otra. Siempre se había reído de lo que llamaba mi «cuento para hacer dormir» sobre las pepitas recibidas por el coronel, pero en ese momento en que le pasaba lo mismo, parecia en extremo sorprendido y temeroso.