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de Sherlock Holmes

mesa con una pluma en la mano y un paquete de papeles por delante.

—Diganos usted ahora la verdad —dijo;—yo tomaré nota de los hechos, usted firmará la nota y el señor Watson la certificará como testigo. Después, en la última extremidad, yo presentaré la confesión de usted para salvar al joven Mc Carthy. Prometo á usted que no la usaré sino cuando sea absolutamente necesario.

—Eso me basta—contestó el anciano;—porque es fácil que yo viva hasta los Assises. La cosa no tiene importancia para mí, pero yo querría ahorrar el golpe á mi hija. Ahora, voy á explicarlo á usted todo: los hechos han ocupado un largo tiempo, pero su relato será corto.

«Usted no conoció al muerto, á Mc Carthy:

era el diablo en figura humana. Yo se lo digo á usted: que Dios lo libre de las garras de un hombre como ese. Su mano ha pesado sobre mí durante los últimos veinte años, mi vida ha naufragado bajo su peso. Voy á decir á usted primero cómo caí en su poder.

»Fué en los primeros años siguientes á 1860, en las minas. Era yo entonces un joven de sangre ardiente y atrevido, listo para cualquier cosa. Encontré malas compañías, me di á la bebida, no tuve suerte en mi yacimiento, me fui á los bosques y, en una palabra, me convertí en lo que aqui se llamaría un bandolero. Eramos

. Tomo I.—8