Muy bien—contestó Holmes con calma..
Yo le he proporcionado á usted una oportunidad. Ya estamos en el alojamiento de usted.
Hasta otra vista. Antes de marcharme le escribiré á usted dos líneas.
Lestrade se quedó en su posada, y nosotros seguimos en dirección á nuestro hotel, donde encontramos el lunch en la mesa. Holmes guardaba silenció, y en su cara había una expresión dolorosa, como si se hallara en una posición embarazosa.
—Mire usted, Watson—me dijo, cuando hubieron sacado el mantel.—Siéntese usted en esa silla, y déjeme usted predicarle un momento.
No sé en verdad qué hacer, y el consejo de usted me será muy valioso. Encienda usted un cigarro, que voy á exponer los hechos.
—Ruego á usted que lo haga.
—Bien, pues. Al examinar este caso, hay dos puntos en la narración del joven Mc Carthy, que nos chocaron á ambos instantaneamente, aunque á mí me impresionaron en su favor y á usted en su contra. Uno fué el hecho de que su padre hubiera, según lo que él dice, gritado.
«¡cuiil» antes de verle; el otro, la singular alusión del moribundo á una rata: balbuceó varias palabras, usted comprende, pero eso fué todo lo que el oído del hijo alcanzó. Nuestra investigación debe empezar por este doble punto, y nosotros comenzaremos por presumir que lo que el ioven dice es absolutamente cierto.