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de Sherlock Holmes

más lejana de la laguna, veíamos los rojos tejados de la mansión del rico propietario. En el lado de Hatherley, la arboleda era muy espesa, y había una estrecha faja de menudo césped, á veinte pasos entre el límite de la arboleda y las cañas del borde del lago. Lestrade nos enseñó el lugar exacto en que el cadáver había sido hallado, y, verdaderamente, el suelo estaba tan blando por la humedad, que con toda claridad ví la señal que había dejado el cuerpo del muerto. Para Holmes, como yo podía verlo en su ansiosa cara y en sus inquisidores ojos, había muchas otras cosas que leer en el pisoteado césped: dió una vuelta por todo el lugar, como un perro que sigue un rastro, y luego volvió, para hablar con Lestrade.

—¿Qué ha tenido usted que hacer en la laguna?—le preguntó.

—He hurgado con un rastro. Pensé que podía haber bajo el agua alguna arma ú otro indicio, Pero ¿cómo es posible que usted?...

—Oh, chist, chist! No tengo tiempo. Ese pie izquierdo de usted, con la punta hacia adentro, está por todas partes. Un topo podría seguirlo:

allá se pierde entre las cañas. 1Oh! Qué sencillohabría sido todo si yo hubiera venido antes de que otros llegaran como un rebaño de búfalos ygaloparan por encima de los rastros' Este es el sitio en que el grupo del guardabosque se detuvo: esa gente ha borrado todo rastro en un espacio de seis ú ocho pies en torno del cadáver,