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Elena.—¡Ni un céntimo! ¿Lo oye usted? Dentro de un año recibirá usted su dinero, ni un día antes; ¡Vayase de mi casa!

Smirnov.—Señora, no tengo el honor de ser su marido de usted, ni su novio, y le suplico que no me arme escándalos. (Se sienta.) No me gustan los escándalos.

Elena. (Ahogándose de cólera.)—¿Se ha sentado usted?

Smirnov.—Sí, señora.

Elena.—Le ruego que se vaya.

Smirnov.—Venga mi dinero.

Elena.—¡No quiero discutir con un mal criado! ¿Se marcha usted? (Pausa.) ¿Se marcha?

Smirnov.—¡No!

Elena.—¿No?

Smirnov.—¡No!

Elena.—¡Muy bien! (Toca el timbre. Entra Lucas.) Lucas, acompaña a este señor a la puerta.

Lucas. (Acercándose a Smirnov.)—Señor, tenga usted la bondad... La señora lo manda...

Smirnov. (Levantándose bruscamente.)—¡Cállate, granuja! ¡Te voy a romper la cara! ¡Te voy a hacer picadillo!

Lucas. (Aterrorizado, retrocediendo.)—¡Dios mío, qué hombre! ¡Es un verdadero bandido!

Elena.—¡Dacha! ¿Dónde está Dacha? (Toca el timbre.) ¡Pelaguella!.

Lucas.—No hay nadie. Están todos en el bosque, cogiendo setas...

Elena.—¡Largúese!