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á estas tierras, para descrédito de la hidalga nación Española.

Pues si es una verdad innegable que el látigo, los palillos[1] y el sable de la odiosa guardia civil, flajeló nuestros cuerpos, actos fueron de verdadera cobardia que no debemos imitar nosotros pues seria colocarnos á su mismo nivel, tratando de tomar venganza de acontecimientos, que cuando se desarrollaban, no tuvimos el valor de repreler con la fuerza, aunque hubiera sido marchando al sacrificio, pues cuando los pueblos no quieren soportar la vida afrentosa, se suicidan y la historia los disculpa.

El hecho de lanzarse por pueblos y campos, deponiendo autoridades y arriando y subiendo banderas, sin que nadie les hubiera concedido autoridad para llevarlo á cabo, viene á constituir un verdadero abuso y la prueba de ello, es la correctísima conducta que han observado los americanos, reponiendo los funcionario que injustamente fueron lanzados de sus puestos, por quienes no tenían autoridad para ello.

No se puede dar desaprobación mas expresa y seguramente que sí lo entenderán los autores de aquellos hechos.

Si antes he calificado de abusos el lanzamiento de funcionarios públicos y otros desmanos, no he de ser tan benigno al calificar los incendios del Coto del Laurel y otros que se han sucedido y


  1. El componte.