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ANALES DEL TAJO

Tambien á su lado creo distinguir sobre un lecho de mariscos la cabeza aplastada. del bárbaro Diocleciano, y el busto perfidamente hermoso del malvado Neron. ¡El es! ¿quien lo imaginara?... La naturaleza no es á veces tan espantable por sus fealdades como por sus bellezas.

Y llevas entre tus arenas otros cuños sin nombres, por un lado cabezas, por otro caballos y toros, metralla que el império romano lanzó á la posteridad, que ruedan y rodarán todabia por sus pueblos conquistados y no redimidos del yugo de sus leyes y de la fiereza de sus costumbres.

Aquí gimieron las sacerdotisas griegas y las matronas romanas y las esclavas moras, y gimen y gemiran todavía las mugeres cristianas. ¡0 Tajo, padre anciano, maestro severo, amigo silencioso, pues fuiste tumba de infieles, auxilia al espíritu cristiano que vaga hoy sobre tus ondas como la sombra de una nube formada por la niebla del dolor, sostenida por el calor de la fé y presta á deshacerse en lágrimas!