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EL COMANDANTE CUITI ÑO Los caballos pararon á la puerta de la casa de Rosas, y después de un momento de silencio, Rosas hizo una seña con la cabeza á su hija, que comprendió al momento que su padre la mandaba á saber qué gente había llegado. Y salió, en efecto, por el cuarto de escribir, alisando con sus manos el cabello de sus sienes, cual si quisiese con esa acción despejar su cabeza de cuanto acababa de pasar, para entregarse, como era su costumbre, é cuidar y velar por los intereses y por la persona de su padre.

Quién es, Corvalán?—le dijo al encontrarse con el edecán on el pasadizo obscuro que daba al patio.

—El comandante Cuitiño, señorita.

Y volvió Manuela con Corvalán adonde estaba su padre.

El comandante Cuitiño—dijo Corvalán, luego que pisó la puerta del comedor.

—¿Con quién viene?

—Con una escolta.

—No le pregunto eso. ¿Cree usted que soy sor'do para no haber ofdo los caballos?

Viene solo, Excelentísimo señor.

—Hágale entrar.

Rosas permaneció sentado en una cabecera de la mesa; Manuela se sentó á su derecha en uno de