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sen á conducirlos: uno en la campaña, otro en el ejército, otro cerca de Rosas, y yo en todas partes como Dios, ó como el diablo...—Me falta otra carta todavia—continuó abriendo un secreto de su escritorio y sacando un papel lleno de signos convencionales, que consultaba á medida que escribía con ellos, lo siguiente:

— «Duenos Airos, 5 de mayo de 1810, «Anoche han sido sorprendidos cinco de nues>tros amigos á tiempo de embarcarse: Lynch, Ri»glce, Oliden, Maisson, han sido víctimas, á lo »inenos así lo creo hasta este momento; uno ha »escapado milagrosamente. Si por algún otro con»ducto tienen ustedes conocimiento de este suce»so, no hagan uso absolutamente de ningún otro »nombre que no sea de los que dejo escritos.» Y firmando con un signo especial, cerró esta carta y escribió en el sobre:

«A. de GB —Montevideo.» Y poniendo esta carta dentro de otro sobre, la colocó bajo su tintero de bronce, y tiró del cordón de una campanilla.

Fermín apareció en el acto.

—Ias cosas no andan buenas, Fermin—dijo Unniel fingiendo cierto aire de distracción y de indolencia mientras hablaba.— El enrolamiento es general, y voy & tener que empeñarme otra vez con el general Pinedo por tu papeleta de excepción, á no ser que tú quieras servir.

—T, Y, cómo he de querer, señor!—dijo el cria-