Gracias, señora, gracias—dijo Amalia con su sonrisa habitual.
En este momento la señora de N... saludó cariñosamente á otra señora que tomaba asiento frente & ella..
1 —7 Sabe usted quién es aquella?
—Ya he dicho á usted, señora, que no conozco á nadie.
Válgame Dios!
Y qué he de hacer, señora?
—Esa es la esposa del general Rolón: buen corazón, excelente amiga; pero las nuevas amista.des á que la ha conducido la posición de su marido le han hecho perder el poco de buen tono que tie nía, y convida á sus tertulias de invierno, anunciando, ¿qué lo parece á usted que anuncia en las csquelas de invitación?
Anunciará la hora y el día, supongo.
—Bien, ¿pero además de eso?
—Además? Si dice que es una tertulia, el día y la hora del recibimiento, no sé qué más...
—Pues, bien, oiga usted: anuncia que la tertulia se abre con café con leche; ¡pobre Juana!
Amalia no pudo menos que soltar la risa con menos conveniencia de la que requería el lugar en que se encontraba; y á tiempo de volver eu cabeza para no hacerse notable por su risa, un relámpago de alegría brilló en sus ojos: acababa de descubrir á Daniel en la puerta del salón. Daniel entraba en aquel momento; y se dirigía á su prima, después de haber divisado á su Florencia paseando en los salones con uno de sus mejores amigos, con quien acababa de beilar, Pero antes de que los primos y los amantes