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Ah, es uns verdadera fortuna! ¡Yo que estoy aquí como si me hallase en Constantinopla!

—Tanto mejor.

Www.comm 1 —Tanto peor, señora, porque siquiera usted puede saber con quién habla, cuando alguna de esas damas ó caballeros se le acerquen.

—Pero qué, no tiene usted ningún pariente en Buenos Aires? — preguntó la señora, fijando sus ojos como para conocer la verdad de la respuesta que iba & recibir.

—Ninguno al servicio ó en la amistad del Gobierno contestó Amalia, comprendiendo que la señora buscaba seguridades.

—Ah! pues entonces, sólo ganaría usted una cosa con conocer lo que desea, —Y cuál es, señora?

—Un poco de risa.

—Es algo.

—En esta época, especialmente. ¿Qué le parece á usted aquel caballero que esté recostado contra el marco de aquella puerta, estirándose su hermoso chaleco colorado?

—Me parece muy bien.

—No, señora, le parece á usted muy mal.

→Mal?

—Sí, mal; yo quiero defenderla á usted contra usted misma.

—Veya, pues, señora, me parecerá mal si usted se empeña.

—Ese es el señor don Pedro Jimeno, comandante interino del cuerpo.

—1Ah! ese es el señor Jimeno?

El mismo. Uno de los hombres más afortunados en su carrera.

—¡Es posible !