Página:Amalia - Tomo I (1909).pdf/267

Esta página no ha sido corregida
— 263 —

Todo del mismo modo?

—Exactamente.

—Ya está; y son treinta y dos papelitos.

—Eso es treinta y dos veces veinticuatro.

—Y treinta y dos Cochabambas—dijo don Cándido, que no podía despreocuparse de este nombre.

—Doy & usted repetidísimas gracias, mi querido amigo dijo Daniel, contando y guardando los papeles dentro de su cartera.

—¿Es algún juego de prendas, Daniel?

—Esto es lo que es, mi buen señor, y nada más.

—Esto me huele & alguna intriga amorosa, Daniel cuidado, hijo mío, cuidado! ¡Buenos Aires está perdida en ese sentido, como en muchos otros!

—Amén. Y para que la perdición no se extienda hasta mi antiguo maestro y mi presente amigo, usted me hará el favor de olvidarse para siempre jamás de lo que acaba de escribir.

—Palabra de honor, Daniel—dijo don Cándido, apretando la mano de su discípulo que acababa de levantarse y se disponía á retirarse.—Palabra de honor, yo he sido joven, y sé lo que importa el honor de las mujeres y la reputación de los hombres. Palabra de honor. Vete tranquilo, y sé feliz, favorecido, acatado, como bien lo mereces.

—Gracias, mil gracías, amigo mío. Pero, mientras yo sigo consejos de cuidarme, usted no olvidará mi recomendación del plano. ¿No es verdad?

No me has dicho que para mañana lo necesitas?

—Para mañana.

—No habrán dado las doce del día, cuando lo tendrás en tu poder.

Llevado por usted mismo, bien entendido?