Página:Amalia - Tomo I (1909).pdf/260

Esta página no ha sido corregida
— 256 —

Y qué es, pues, lo que no sabes?

—Una cosa que va usted á decírmela ahorale contestó Daniel, que se entretenía en las perplejidades de don Cándido, y á la vez descansaba un momento su fatigado cuerpo, pues que acababa de andar con su compañero más de media legua por las calles más pésimes de la ciudad.

Qué puedo yo negarte, Daniel? Habla, inte.

IT oga.

Una cosa muy simple quiero saber, y es en cuál de estas calles inmediatas está la casa de usted.

—¡Ah! Querrías hacermo el honor de venir á mi casa?

¿ —Precisamente; ese es mi deseo.

— Ob 1 nada más fácil; estamos á dos cuadras de ella solamente.

—Sí, yo sabía que era por este barrío; ¿quiere usted guiarme?

— Por acá. dijo don Candido, atravesando la plaza de las Artes y entrando en la calle de Cuyo.

A pocos pesos, llamó á la puerta de una casa cuyo aspecto le daba un respetable carácter de antigüedad, revelando que, si no era hija, era cuando más nieta de las que allí empezaron á edificarse desde el miércoles, 11 de junio del año de gracia 1580, en que el teniente de gobernador don Juan Garay, fundo la cuidad de Trinidad y Puerto de Buenos Aires, haciendo el repartimiento de la traza de esa ciudad en ciento cuarenta y cuatro manzanas; de las cuales tocó á don Juan de Basualdo aquélla en que estaba la casa de nuestro don Cándido Rodriguezwwww Una mujer, á quien no litremos injusticia en atribuirle cincuenta inviernos, pues que las prima-