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cha de zaraza que la cubría, se convenció de que no había nadie oculto bajo aquella mole inmense; pasó en seguida & otras habitaciones, en que repitió la misma operación de la colcha de la cama, en cuatro catres de lona muy pobremente cubiertos, pero con mucho eseo y con algunas mallas en las fundas, últimos restos de una pasada opulencia en la reina de aquella Roma; registró, en fin, cuanto en aquella casa podía ocultar una persona, y, saliendo al pequeño patio, afirmó á la pared una escalera de mano, y subió á la azotea: no quedaba ya sino un cuarto de hora á veinte minutos de claridad.

TITE

17 Deniel recorrió con una mirada de águila tode la extensión que descubría desde aquel punto. No había en derredor de él ninguna eminencia que doininase el lugar en que se encontraba. Al frente de la casa se descubría una hermosa quinta; al fondo, el hueco y las casuchas donde comienza la calle de San Juan; á la derecha, unos cuartos en ruinas, & la izquierda, una casa antigua y vacía que daba á la barranca, y á la cual se abría una pequeña ventana en la cocina de la casa. Daniel examinó todo esto en un minuto, y descendió al patio.

Mi querido y estimado y bien amado señor don Cándido !—gritó desde allí.

—Daniel ?—contestó con voz trémula desde la sala el maestro de primeras letras.

—Ha llegado el momento de trabajar—le dijo el discípulo, y, sobre todo, de no tener niedocontinuó, al verlo pálido como un cadáver.

—¡Pero Daniel, esta casa! Esta soledad! ¡EsI te misterio! ¡En las circunstancias en que vivimos!... Mi posición de empleado secreto de Su Excelencia el señor ministro, y...