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laga y conmueve el aliento fugaz que se escapa de los labios de un amante que pone un beso sobre ella, en recordación de la mano que se la envía.

De repente, Amalia hizo un ligero movimiento con su cabeza, huyendo como un perfume un ligero suspiro de su pecho, y Luisa, la pequeña compañera de Amalia, más que su ayuda de tocador, viendo llegado el momento en que iba á concluirse su placer, más bien que su tarea, dejó caer suavemente los cabellcs sobre el respaldo del sillón, los miró todavía un instante, y deslizándose como una sombra sobre el tapiz del retrete, puso nuevas pastillas en los pebeteros, agitó sus manecitas junto á las jaulas de los jilgueros y corrió una pantalla de raso verde en la boca de In chimenea, La luz, entonces, quedó completamente amortiguada; los pájaros trinaron más alegres, y un ambiente dulce y perfumado se esparció de nuevo alrededor de Amalia.

— Luisa conocía, por la práctica, el organisme de su señora, y al acercarse á ella, después de sus rápidas y silenciosas operaciones, la miró con una sonrisa encantadora de triunfo, y comenzó ú pasar su mano, casi imperceptiblemente, por las sienes y los cabellos de la diosa dormida, acabando así de magnetizarla sin saberlo: porque en Amalia había una de esas organizaciones perfectas y sensibles en las que la armonía de la Naturaleza ó del espíritu obra esa influencia magnética y voluptuosa que postra bajo el imperio de un encantamiento indefinible y misterioso en los momentos en que está conmovida por impresiones sime páticas.

Luisa acababa de formar una corona con los cabellos de Amalia en torno de su bellísima cabeza,