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transitaba por la calle; no cuidándose mucho en decir ¡Viva! cuando Salomón gritaba Muera: y 1 viceversa.

Calmado el huracán, Salomón se sentó en su silla, su secretario Romeo á su izquierds, y nuestro joven Daniel á su derecha.

—Señor secretario dijo Salomón echándose hacia atrás en el respaldo de su silla.—lea usted la lista de los señores presentes.

Romeo tomó el primer papel de unos que había sobre la mesa, leyó en voz alta los nombres que había apuntado antes con un lápiz, y dijo así:

—Presentes: los señores, presidente, Quitiño, Parra, Parra (hijo), Maestre, Alem, Alvarado, Moreno, Gaetano, Larrazábal, Merlo, Moreira, Díaz, Amoroso, Viera, Amores, Maciel, Romero, Boneo.

—No hay más?—preguntó Salomón.

—Son los presentes, señor presidente.

—Lea usted la lista de los ausentes.

1 De toda la sociedad?

—Sí, señor. Pucs qué, somos menos que los representantes? Somos tan buenos federales como ellos y debemos saber los que están y los que no están, como se hace en la sala de representantes.

Tea usted la lista.

Socios ausentes—dijo Romeo, y leyó la lista de la Sociedad Popular Restauradora, que constaba de 175 individuos de todas las jerarquías sociales.

— Bravo! Ahora ya nos conocemos todos, aun cuando en esa lista hay hombres por fuerza dijo Daniel para sí mismo, luego que el secretario concluyó la lecture de los socios; y en seguida dió un tironcito de los anchos calzones de Salomón.

—Señores—dijo entonces el presidente de la So-