Página:Amalia - Tomo I (1909).pdf/189

Esta página no ha sido corregida
— 185 —

—Mi casa, pucs, tiene una puerta de calle, y el cuarto de mi sirvienta una ventana sin reja, que da á la calle. Después de estos últimos meses, en que todos vivimos temblando en Buenos Aires, el sueño ha huído fugitivo de mis ojos, y no es dormir, sino estar en pesadila lo que yo hago. Yo comcurría á una tertulia de malilla, en casa de unos &migos antiguos, honrados, leales, que no hablan jamás de la rocóndita política de nuestro tiempo adverso, desgraciado y calamitoso; pero ya no concurro, y desde la oración me encierro en mi casa.

Válgame Dios, señor! pero, ¿qué tiene que ver la tertulia de malilla con?...

—A eso voy.

L Adónde? ¿á la tertulia de malilla?

—No, al acontecimiento.

—Al de Lamadrid?

—Si, —1 Gracias á Dios | —Anoche, á las cuatro de la mañana, estaba yo desvelado, como de costumbre, cuando de repente siento que un cabalo se para á la puerta, y que el ruido de un latón decía claramente que el hombre que se desmontaba era un oficial ó un soldado. Yo no soy hombre de armas; tengo liorror á la sangre, y, te lo confesaré todo, mi cuerpo se puso á temblar y un sudor frío me bañó de los pies á la cabeza; la cosa no era para menos, no es verdad?

—Prosiga usted, señor.

—Prosigo. Me tiré de la cama, abrí, sin hacer ruido, el postigo de la ventana; después una rendije de ésta. La noche estaba obscura, pero distinguí que el otro lado de la puerta, en la ventana de Nicolasa, i sirvienta, el hombre de á caballo estaba llamando sin mucho ruido, y que en segui-