Página:Amalia - Tomo I (1909).pdf/175

Esta página no ha sido corregida
— 171 —

Dido, verso por verso, al otro día de representarse por primera vez.

—Admirable memoria !

1 —Pues así es: ¿Quiere usted que le recite el sueño de Dido, ó el deliric de Creon, que tiene unas diez páginas y que empieza así:

<Triste fatalidad! Dioses supremos...> —No, no, gracias—le dijo Daniel interrumpiéndola, temblando de que quisiera continuar hasta el fin aquel eterno delirio, que hace delirar de fastidio en la tragedia del poeta clásico de los unitarioscelina ?

—Muy bien, como usted quiera.

Y ahora qué lee usted, señora doña Mar—Ahora estoy leyendo el Hijo del Carnaval, para luego leer la Lucinda, que está concluyendo mi sobrina Tomasita.

— Excelentes libros! Y quién le presta á usted Ġ esa escogida colección de obras?—preguntóle Daniel reclinándose en un brazo del sillón y fijando sus ojos tranquilos y penetrantes en la fisonomía de aquella desacordada mujer.

A mí no me los prestan; es á mi sobrinita Andrea & quien se los lleva el señor cura Gaete.

El cura Gaete —dijo Daniel, no pudiendo ya contener la risa, & la que dió salida libremente.

—Y yo se lo agradezco mucho; porque las personas que tienen instrucción, saben que es necesario que las jóvenes lean lo malo como lo bueno para que no las engañen en el mundo.

—Perfectamente pensado, doña Marcelina; pero lo que no entiendo es cómo una persona, con