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—Ya lo ha oido usted—prosiguió la hermana política de Rosas dirigiéndose á la señorita Dupasquier que no había perdido una sola palabra de la declaración del bandido;—1ya io ha ofdo usted, herido en un muslo! ¡Oh, es un descubrimiento que vale algunos miles! No le paruce á & usted?

A mí! Yo no alcanzo, señora, de qué importancia pueda serle á usted saber que el que se ha escapado tiene una herida en el muslo izquierdo.

No lo alcanza usted?

—Ciertamente que no; pues supongo que el herido á estas horas estará curándose en su casa ó en alguna otra, y no se ven las heridas al través de las casas.

Pobre criatura t—exclamó doña María Josefa riéndose, alzando y dejando caer su mano descarnada y huesosa sobre la rodilla de Florencia,¡pobre criatura esa herida me da tres medios de averiguación.

— Tres medios !

— —Justamente. Oigalos usted y aprenda algo:

los médicos que asistan á un herido; los boticarios que despachên medicamentos para horidas; y las casas en que se note la asistencia repentina de un enfermo ¿qué le parece á usted?

—Si usted los halla buenos, señora, así serán; pero en mi opinión no es gran cosa lo que se podrá adelantar con esos medios.

—Oh! pero tengo otro de reserva para cuando con esos no logre nada.

— Otro medio más?

— Por supuesto! Lcs que he indicado, son para las diligencias de hoy y de mañana; pero el lu-