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bastaba para ser libre, grande y poderoso, haber sido valiente en las batallas.

Disociados los hombres, aislados los sentimientos de la justicia y de la moral, de la virtud y del decoro, fueron aniquilados al empuje violento del crimen asociado y organizado por un gobierno, cuyo objeto era ese únicamente, y que explotaba para conseguirlo, todos los malos instintos de una plebe ignorante y apasionada, que buscaba el momento de reaccionar contra un orden de cosas civilizado, que empezaba á oprimir en ella la expansión de sus hábitos salvajes.

La puerta contigua á la sala abrióse al fin, y la mano de la elegante Florencia fué estrechada entre la mano descuidada de doña María Josefa ; mujer de pequeña estatura, flaca, de fisonomía enjuta, de ojos pequeños, de cabello desaliñado y canoso, donde flotaban las puntas de un gran moño de cinta color sangre; y cuyos cincuenta y ocho años de vida, estaban notablemente aumentados en su rostro por la acción de las pasiones ardientes.

Qué milagro es éste! ¿Por qué no ha venido también doña Matilde?—preguntó sentándose en el sofá á la derecha de Florencía.

—Mamá se halla un poco indispuesta; pero, no pudiendo saludar á usted personalmente, me manda ofrecerle sus respetos.

—Si yo no conociers, & doña Matilde y su familia, creería que se había vuelto unitaria; porque ahora se conocen las unitarias por el encerramiento en que viven. Y sabe usted por qué se encierran esas locas?

Yo? No, señora. ¿Cómo quiere usted que yo lo sepa?