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decíamos, porque la señorita Florencia Dupasquier, que se le había anunciado, pertenecía, por su madre, á una de las más antiguas y distinguidas familias de Buenos Aires, relacionada, desde mucho tiempo, con la familie de Roses; aun cuando en la época presente, con pretexto de la ausencia de mister Dupasquier, su señora y su hija aparecían muy rara vez en la sociedad.

— El lector querría saber qué clase de negocios tenía doña María Josefa con las negras y con las mulatas de que estaba invadida su casa. Más adelante lo sabremos. Baste decir, por ahora, que en la hermana política de don Juan Manuel Rosas, estaban refundidas muchas de las malas semillas, que la mano del genio enemigo de la humanidad arroja sobre la especie, en medio de las tinieblas de la noche, según la fantasía de Offmann. Los años 33 y 85 no pueden ser explicados en nuestra historia sin el auxilio de la esposa de don Juan Manuel Rosas, que, sin ser malo su corazón, tenía, sin embargo, una grande actividad y valor de espíritu para la intriga política; y los 39, 40 y 42, no se entenderían bien si faltase on le escona histórica la acción de doña María Josefa Ezcurra.

Esas dos hermanas son verdaderos personajes políticos de nuestra historia, de los que no es posible prescindir, porque ellas mismas no han querido que se prescinda; y porque, además, las acciones que hacen relación con los sucesos públicos, no tienen sexo.

La Naturaleza no prodispuso la organización de la hermana política de Rosas para las impresiones especiales de la mujer. La actividad y el fuego violento de las pasiones políticas debían ser el alimento diario del alma de esa señora. Circunstan-