Página:Amalia - Tomo I (1909).pdf/151

Esta página no ha sido corregida
— 147 —

ninguna de las personas que se acaban de descri bir.

— —Está, pero está ocupada—respondió una de las mulatas, sin levantarse de su silla.

La joven vaciló un instante; pero, tomando lue—go una resolución para salir de la situación embarazosa en que se hallaba, llegóse á una de las ventanas que daban á la calie, abrióla, y llamando á su lacayo, dióle orden de entrar en la sala.

El lacayo obedeció inmediatamente, y luego de presentarse en la puerta de la sala, le dijo la joven:; —Llama á la puerta que da al segundo patio de esta casa, y dí que pregunten á la señora doña María Josefa si puede recibir la visita de la señorita Florencia Dupasquier.

El tono imperativo de esta orden y el prestigio moral que ejercen siempre las personas de clase sobre la plebe, cualquiera que sea la situación en que estén colocadas, cuando saben colocarse á la altura de su condición, influyó instantáneamente en el ánimo de los seis personajes que, por una ficción repugnante de los sucesos de la época, osaban creer, con toda la clase á que pertenecían, que la sociedad había roto los diques en que se estrella el mar de sus clases obscuras, y amalgamádose la sociedad entera en una sola familia, Florencia en quien ya habrán conocido nuestros lectores al ángel travieso que jugaba con el corazón de Daniel,—esperó un momento.

No tardó, en efecto, en aparecer una criada, regularmente vestida, que le dijo tuviese la bondad de esperar un momento.

En seguida anunció á las cinco damas de la federación, allí sentadas, que la señora no podía oir-