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gelia, la guerra se ha encendido con más vigor que nunca; Abd—el—Kader se presenta hoy como un enemigo formidable.

En la cuestión de Oriente, la Francia sola tiene pretensiones diferentes y contrarias á las otras cuatro grandes potencias que se interponen entre el Sultán y el Pachá de Egipto; quince navíos, cuatro fragatas y otros buques menores, han sido enviados por el Gobierno francés á los Dardanelos, y si él insiste en sus pretensiones, ó si la Rusia se sostiene en proteger á Constantinopla, dentro de poco el Rey Luis Felipe tendrá necesidad de enviar todas sus escuadras al Bósforo y á los Dardanelos. En el Interior, la Francia no está más tranquila ni més segura. La tentativa de Strasburgo ha puesto en acción á todos los napoleonistas, y los antiguos partidos empiezan á levantar su bandera parlamentaria. El Ministerio Soult, si no ha caído ya, caerá pronto, y la oposición mina y trabaja por colocar en la presidencia del Consejo á alguno de sus miembros eminentes. En tal situación, la Francia necesita consolidar más que nunca su alianza con la Inglaterra, y por una cuestión para ella de tan poco interés, como lo es la del Plata, el Gabinete francés no querrá hacer á lord Palmerston un desaire bien peligroso en estas circunstancias.

—Hágalo ó no lo haga, para mi es indiferente, señor Ministro. Yo no corro peligro en Constantinopla, ni en Africa, y por lo que hace al bloqueo, no es á mi á quien más perjudica, como usted lo sabe.

—Ya lo sé, ya lo sé, Excelentísimo señor: es el comercio británico el que sufre por este prolongado bloqueo.

—¿Sabe usted qué capital inglés está encerrado 1