Página:Amalia - Tomo I (1909).pdf/124

Esta página no ha sido corregida
— 120 —

do de negro, de sesenta años de edad, de baja estatura, de frente espaciosa y calva, de fieoniorníu distinguida, y de ojos pequeños, azules, pero inteligentes y penetrantes, y en ese momento algo encendidos, como lo estaba también el color blanquísimo de su rostro. Esto era natural, pues habían dado ya las tres de la mañana, hora demasiado avanzada para un hombre de aquella edad; y que poco antes se había irritado al calor de una hirviente ponchera, con algunos de sus amigos.

—Adelante, señor Mandeville —dijo Rosas levantándose de su silla, pero sin dar un solo paso á recibir al ministro inglés, que en ese momento entraba en el comedor.

M —Tengo el honor de ponerme á las órdenes de Vuestra Excelencia—dijo el señor Mandeville haciendo un saludo elegante y sin afectación, y acercándose á Rosas para darle la mano.

He incomodado á usted, señor Mandeville!

—le dijo Rosas con un acento suave é insinuante, é indicándole con un movimiento de mano, que un francés llamaría comme il faut, la silla á su derecha en que debía sentarse.

— Incomodarms! ¡Oh,no, señor General! Vuestra Excelencia me da, por el contrario, una verdadera satisfacción cuando me hace el honor de liamarme é su presencia. La señora Manuelita lo ó pasa bien?

—Muy buens.

—No lo pensé así, desgraciadamente.

Y por qué, señor Mandeville?

—Porque siempre acompaña á Vuestra Excelencia á la hora de su comida.

—Cierto.

—Y no tengo en este momento el placer de verla.