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El prestigio moral de los tiranos, esa fuerza s6creta que fascina y enferma el espíritu de los hombres, en unión con la voluntad intransigible del diotador argentino, empezaron por insinuarse y acabaron por dominar el espíritu del enviado británico, que, fiado en sus buenas disposiciones personales hacia Rosas, no temió cultivar y estrechar su relación individual con él, sin alcanzar á prover que hay ciertos contactos en la vida, de que no se sale jamás sino postrado el ánimo y avasallada la voluntad.

Una vez dominado moralmente, todo lo demás era lo menos; y las humillaciones personales vinieron luego á completar la obra, haciendo del representante de la poderosa Inglaterra el más sumiso federal, si no de la Mazorca, á lo menos de la clase tribunicia de Rosas, cuya misión era propagar sus virtudes civious, dentro y fuera del país.

Instrumento ciego, pero al mismo tiempo poderoso y con medios eficaces, Rosas vió en él su primer caballo de batalla en la cuestión francesa; y, en obsequio á la verdad histórica, es preciso decir que, si Rosas no sacó de él todo el provecho que esperaba sacar, no fué por omisión del señor Mandeville, sino por la naturaleza de la cuestión, que no permitía al gabinete de San Janes obrar según las insinuaciones de su ministro en Buenos Aires, á pesar de sus comunicaciones informativas sobre la preponderancia que adquiriria la Francia en el Plata, y sobre los perjuicios que infería al comercio isleño la clausura de los puertos de la República por el bloqueo francés.

La Europa tenía fija su atención política en una cuestión de entonces que afectaba el sistema de equilibrio de sus grandes naciones; y esa era. la