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Viene usted de la casa de policía 2—le preguntó Rosas.

—En este momento.

— Ha ocurrido algo?

Han traído los cadáveres de los que iban á embarcarse esta noche; es decir, tres cadáveres y un hombre expirando.

—¿Quién era?

—¡Y ese !

—Ya no existe. Me pareció que debía sufrir la suerte de sus compañeros.

—Lynch.

—Tiene usted los nombres de los otros?

—Sí, señor.

—¿Y eran?

—Además de Lynch, se ha reconocido á un tal Oliden, & Juan Riglos, y al joven Maisson.

— Papeles?

—Ninguno.

— Hizo usted firmar & Merlo la delación?

—Sí, señor; todas se firman, como Vuecencia lo ha ordenado.

—La trae usted?

—Aquí está contestó el jefe de policía, sacando del bolsillo exterior de su chaqueta una cartera de cuero de Rusia, conteniendo multitud de papeles, y sacando de entre ellos uno que desdobló sobre la mese,.

—Léala usted—dijo Rosas.

Y Victorica leyó lo siguiente:

«Juan Merlo, natural de Buenos Aires, de oficio »carnicero, miembro de la Sociedad Popular Res»tauradora, enrolado en los abastecedores, con li»cencia temporal por recomendación de Su Exce-