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tomando un vaso, sin soltarlo se lo presentó á Manuela para que le echaus el vino, pero al poner sus ojos en el vaso, un movimiento nervioso le hizo temblar el brazo, y temblando, hasta hacer golpear la botella contra el vaso, echó una parte del vino en éste, y otro en la mesa: la mano y el brazo de Cuitiño estaban errojecidos de sangre. Rosas lo echó de ver inmediatamente, y un relámpago de alegría animó de súbito aquella fisonomía, encapotada siempre bajo la noche eterna y misteriosa de la conciencia. Manuela estaba pálida como un cadáver; y maquinalmente retira su sillón del lacio de Cuitiño, cuando acabó de derramar el vino.

¡A la salud de Vuccelencia y de doña Manuelíta —dijo Quitiño, haciendo una profunda reverencia y tomándose el vino, mientras Vigui se desesperaba haciendo señas & Manuela para que se fijase en la mano de Cuitiño.

Qué anda haciendo?—preguntó Rosas, con una calma estudiado, y con los ojos fijos en el mantel.

—Como Vuecelencia me dijo que volvicse á verlo después de cumplir mi comisión...

—Qué comisión?

—¡Pues como Vuecelencia me encargó...

—¡Ahl sí, que se diese una vueita por el Bajo.

Es verdad, Merlo le contó & Victorica no sé qué cosas de unos que iban al ejército del salvaje unitario Lavalle, y ahora recuerdo que le dije a usted que vigilase un poco, porque ese Victorica es buen federal, poro no puede negar que es gallego, y á lo mejor se echa a dormir.

—¡Pues !

Y usted anduvo por el Bajo?

—Fuí por este lado de la Boca, después de ha-