toy muy ocupado, como usted sabe, pero yo siempre soy su amigo.
—Tengo mucho honor en creerlo así, Excelentísimo Señor, y yo no olvidaré lo que Vuecelencia haría en mi lugar si yo estuviera en lugar de Vuecelencia—dijo el ministro marcando sus palabras para recordar á Rosas que tenía presente su proyecto de la ballonera.
—Haga usted lo que quiera. Buenos días.
Y Rosas se volvió á su gabinete acompañado de su cuñada, mientras el señor Mandeville daba el brazo á Manuela y pasaba con ella al gran salón de la casa.
—Buenas noticias—le dijo doña María Josefa al entrar.
—De quién?
—De aquella inima que se nos había escapado el 4 de mayo.
—Lo han cagarrado»? — preguntó Rosas resplandeciéndole los ojos.
—No.
— No?
Pero lo «agarraremos». Cuitiño es un bruto.
— Pero dónde está?
A sentarnos primero—dijo la vieja, pasando con Rosas del gabinete á la alcoba.
XIII
CÓMO SACAMOS EN LIMPIO QUE DON CÁNDIDO RODRÍ QUEZ SE PARECÍA Á DON JUAN MANUEL ROSAS
En esa misma ma en que Su Sefioría el se-