XI
CONTINUACIÓN DEL ANTERIOR
Amalia permanecía de pie aún junto á la mesa, cuando Daniel, después de haberse retirado Cuitiño, entró en la sala riéndose como un muchacho, dirigiéndose á su prima á quien abrazó con el carito de un hermano, —Perdóname, mi Amalia —le dijo: — son herejías políticas y morales que tengo que cometer á cada paso en esta época de comedia universal, en que yo hago uno de sus más extraordinarios papeles. Pobre gente! Ellos tienen toda la fuerza del bruto, pero yo tengo la inteligencia del hombre.
Ahora ya están extraviados, mi Amalia: y sobre todo, ya están en anarquía; Cuiliño ya no le hará caso á doña María Josefa sobre este asunto, y la vieja so va á enojar con Cuitino.
—¿Pero, dónde está Eduardo?
Perfectamente seguro.
Pero van á ir á su casa?
Por supuesto que irán.
¿Tiene papeles?
—Ninguno.
Pero tú y yo, cómo quedamos?
—Mal.
¿Mal?
—Mai, malisimamente estamos ya, desde osta tarde. ¿Pero que hemos de hacer sino esperar los